Monte de La Riera. Casa de los Fidalgo de Valle. |
En los Montes de La Riera de Colunga, a 690 metros del
caserío de El Barradiellu, en un cruce de caminos y con orientación al Mediodía,
hay una pequeña casita de piedra. No sabemos cuándo se puso en pie, ni quién la
habitó anteriormente. Sí sabemos que a partir de 1853 se convirtió en el hogar
de los «Fidalgo del Valle». Cuentan que Francisco Fidalgo Carús fue criado en
casa de Pedro del Valle y Josefa Pis, pero abandonó la casa para ir a servir al
rey y, tras conseguir méritos militares regresó a los Montes de la Riera para
contraer matrimonio con la hija de los que otrora fueran sus amos: la señorita
Justa del Valle Pis. Las nupcias se celebraron en la parroquia de Santa María
de Bierces el 28 de septiembre de 1853. Hasta diez fueron los hijos engendrados
por el matrimonio: Cipriano, Manuela, Josefa, Benita, Carmela, Genara, Emilia, Rufino, Pastor y Ángela
llenaron de vida y alegría el hogar, y por lo menos seis de ellos alcanzaron la
edad adulta.
Genara Fidalgo del Valle |
Era el día primero de noviembre del año 1865, y las seis de la
mañana, según declaración de su padre, cuando Justa del Valle alumbró en su
casa a la que bautizaron el mismo día con el nombre de Genara, según consta en
el Libro de bautizados de la misma parroquia de Santa María de Bierces.
Los méritos militares de Francisco Fidalgo, la dote que
aportó al matrimonio Justa del Valle y la buena administración de los
mismos parece que consentía a la familia mantener buen nombre y vivir
holgadamente en cuanto lo permitían los medios de la época y el ambiente rural
en el que habitaban.
Sabemos poco, apenas nada de la infancia y juventud de
Genara Fidalgo. Junto a sus hermanas Benita, Carmela y Eulalia recibió el
sacramento de la Confirmación de manos de D. Benito Sáenz y Forés, Obispo de
Oviedo, el 10 de junio de 1872. En la lista de confirmados aparece un nombre
que, años más tarde, volverá a coincidir en los libros parroquiales con el de
Genera Fidalgo: Nicolás Iglesias.
Se conocían desde siempre, coincidían en fiestas populares y
celebraciones religiosas, dejaron de ser niños y se dedicaron a las tareas de
labranza y empezaron a mirarse de otra manera hasta que se enamoraron. La cosa
sentó mal en el hogar de los Fidalgo del Valle. D. Francisco había olvidado que,
antes de emigrar en busca de méritos militares, había trabajado como criado al
servicio de sus suegros y ahora ambicionaba para su hija alguien que luciera
incluso más galones y medallas que los propios. A doña Justa la cosa no le
sentó mejor, porque las madres, en su afán de buscar lo mejor para sus hijos
todo les parece poco.
Para colmo Nicolás Iglesias había pasado por el Hospicio y,
si podríamos admitir que Antonia Llames fuera no sólo su madre de crianza sino
la propia, del padre nadie sabía nada.
Iglesia de San María de Bierces |
Hubo disgusto grande en la familia, pero Genara y Nicolás
sólo sabían aquello de que «el corazón tiene razones que la razón no entiende»,
y pusieron toda su ambición en crear juntos un nuevo hogar, en el que nacieran
hijos que ellos educarían según los sanos principios de la recta moral y de la
fe cristiana.
La novia se vio privada de su dote, pero no le importó.
Contrajo nupcias con Nicolás Iglesias el día 2 de octubre de 1889 en la iglesia
de Santa María de Bierces, y ambos establecieron su domicilio en el caserío de
El Barradiello. Genara, que fue al matrimonio, decidida a ser fiel a su marido
y a convertirse en la más ejemplar de las madres, dio a luz doce hijos entre
agosto de 1890 y marzo de 1908. Solamente uno de ellos, Emilio no alcanzó la
edad adulta.
Barradiellu. Casa de los Iglesias-Fidalgo |
Tenía cuarenta y ocho años de edad cuando, el 21 de
diciembre de 1913, murió repentinamente Nicolás, dejándole por patrimonio de su
viudez: once hijos por colocar y una casa a medio construir.
Genara apareció a partir de entonces como la mujer fuerte y
llena de sabiduría. Nunca aprendió a leer y a escribir y, sin embargo, leyó
cada día los gozos y las penas, los temores y las esperanzas que la vida le iba
poniendo delante, y escribió en el corazón de cada uno de sus hijos las mejores
lecciones de ternura, de acogida, de respeto, de laboriosidad, de justicia y de
sana religiosidad.
Genera Fidalgo junto a su esposo Nicolás Iglesias y su once hijos |
La Sierva de Dios María Stella Iglesias |
Para algunos, aquel abrazo fue el último que dieron a su
madre. En marzo de 1924, Aurelia se despide también de su madre, pero cambia
los proyectos de embarque o matrimonio por la vida religiosa. Su madre la
abrazó, sin saberlo o tal vez sí, que aquella despedida era hasta el cielo.
Convertida en H. María Stella Iglesias, volvería muchos años más tarde al
Barradiello, donde todo hablaba de una gran mujer cuya existencia no ha podido
desvanecer el silencio de la historia porque una de sus hijas, sin haber salido
nunca de España, iba a convertirse en ciudadana del mundo, apóstol de la
devoción mariana que le transmitió su madre y mensajera de la Buena Nueva de
Jesucristo: la Sierva de Dios María Stella Iglesias Fidalgo.