martes, 31 de mayo de 2016

Un viaje a Valladolid

La Sierva de Dios poco antes de su ingreso en la Congregación
La escasa información documental nos lo pone difícil... Ya nos gustaría saber cuándo vió por vez primera la sierva de Dios la ancha llanura castellana. Había nacido y crecido en terreno montañoso y si hubiera atravesado en pleno día la cordillera, dejando a sus espaldas el Principado, podría habérsele parado por un instante la respiración. Pero tal vez se vio privada de esa experiencia maravillosa. El día 30 de julio de 1924, cuando llevaba ya cuatro meses y medio como postulante en la Congregación, se le encargó a la sierva de Dios, un servicio del que apenas sabemos nada y sobre el que podríamos dar alas a la imaginación: debía acompañar hasta Valladolid a H. María Victoriana Martínez. El viaje lo hicieron de noche y llegaron a Valladolid a las 3 de la madrugada del día de San Ignacio.
Lo que sí sabemos con certeza en que en Valladolid rezó la sierva de Dios ante el mismo altar en el que la Madre Fundadora había pronunciado sus últimos votos, y que presidía la capilla de Valladolid desde el año 1901.
Quienes realizaban estos servicios, de acompañar a las que salían destinadas, solían regresar sin pérdida de tiempo a su comunidad. Si nos atenemos a esta costumbre, visto que la cronista no nos cuenta nada, podemos pensar que la sierva de Dios, después de descansar algo del viaje volvió a subir al tren con dirección a Oviedo. Si celebró la fiesta de San Ignacio con la comunidad de Valladolid, habrá vuelto a viajar de noche, soñando también con la llanura castellana que la oscuridad no le dejaba admirar y también deseando volver a su clima habitual con temperaturas mucho más suaves que las sufrió aquellas horas en Valladolid.
Antes de un mes volverá a pasar por la estación de Valladolid, cuando salga de Asturias, camino del noviciado, para no regresar a su tierras natal hasta enero de 1966.