viernes, 24 de noviembre de 2017

Migajas de una vida santa

Decían que había muerto en olor de santidad…
Y cuando necesitaron narrar hechos de su vida
se contaba así un suceso:
Pues… tuvo que acompañar
a la madre X o Z de una a otra ciudad,
(que no iba nunca sola, se vería un poco mal …)

La narración lo contaba sin nada de singular,
más o menos a la letra según puedo recordar:

Que… a la Madre… ¿Margarita?
destinada a otro lugar,
la acompañó “otra Hermana …”
¿su nombre? El de la humildad:
“otra Hermana…” y nada más.
Así consta en aquel tumbo para la posteridad.

Que ¿quién era aquella “otra”?

Se ha podido averiguar sin dejar la menor duda,
y una vez más certifican, fue María Estela, asturiana,
quien hubo de acompañar.

Jesús, la Congregación, le regaló un nombre nuevo
con  hábito de humildad;
nombre… ¡siempre a mucha honra!
con “María”, sin quitar.
Así, presente a la Virgen tenía en todo lugar.

Las santas viven un lema que las distingue entre todas:
“Vivo sin vivir en mí…” nos trae… a Santa Teresa,
la grande… de Ávila, que decimos,
tan fácil de recordar.

Que “no quiso rey ni santo”
bien sabemos quién lo dijo …
Y no sola, que más tarde fue una hija suya, sencilla.
Aurelia Iglesias Fidalgo quien lo expresaba a su modo
en su decir asturiano, con gran respeto a su madre
y en respuesta a sus hermanos:
“Dígales: que he decidido: ni me caso ni me embarco…”
que me hago monja por siempre,
que es Jesús mi enamorado.

Así pidió la toquilla y así se fue al noviciado.

Nunca echó la vista atrás… ¡Adelante, paso a paso!
Por las calles de Granada,
las Chicas, siempre las Chicas
también en ella triunfaron.
(M. Monstserrat Basterra)

jueves, 21 de septiembre de 2017

Comienza el noviciado

El silencio guardará celosamente los nombres de los sacerdotes que había en el altar y nos dejará con el deseo de saber si aquel domingo, 21 de septiembre de 1924,

M. María Teresa Orti lo pasó en el Noviciado de Ríos Rosas o en la Casa Madre. Pero sí sabemos lo que ocurrió por la mañana en la capilla del noviciado.
Por las calles de Granada

En los últimos años de su vida, M. María Teresa, hizo del noviciado casi su segundo domicilio y no será muy aventurado sospechar que estaría allí, presenciando una ceremonia que por repetida no dejaba de ser siempre nueva, para las protagonistas y para quienes les acompañaban porque nueva es siempre la gracia con la que el Espíritu Santo inunda el corazón de los miembros de la Iglesia.

Aquel amanecer primero del otoño de 1924, tuvo luces de primavera en el noviciado de las religiosas de María Inmaculada porque la novedad del Espíritu es siempre promesa de fecundidad y vida.

Siguiendo el formulario de la ceremonia se oyeron tres nombres: María Páramo, Celestina Bengoa, y María Aurelia Iglesias y en respuesta a cada nombre, una respuesta firme en la voluntad y temblorosa en la garganta: «Aquí está la sierva del Señor», mientras se acercaban al altar para declarar su voluntad de ingresar como novicias en la Congregación y vivir en ellas todos los días que el Señor les concediera de vida.

Allí declararon ser mil veces dichosas viviendo pobres, obedientes y moritifcadas trabajando sin descanso por el bien y la salvación de las jóvenes acogidas.

Vestidas ya con el hábito religioso y cubiertas sus cabezas con el velo que el sacerdote les había entregado después de bendecirlos, las nuevas novicias oyeron los nuevos nombres por lo que iban a ser reconocidas en adelante: a María le fue impuesto el de Vicenta María de Jesús; a Celestina el de María Eustaquia y a María Aurelia el de María Stella. De las tres solamente la más joven de ellas, H. María Stella Iglesias iba a mantenerse fiel hasta la muerte a aquella palabra dada.

Las palabras y los gestos señalados por el formulario para aquella ceremonia se iluminan en la vida de la sierva de Dios María Stella Iglesias, como  la mejor síntesis de su programa de vida.
Rosario utilizado por la sierva de Dios María Stella Iglesias
Al entregarle el velo, el sacerdote la invitó a ser modesta, grave y observante religiosa y H. María Stella fue ejemplo de sencillez y compostura. Con una vela encendido la exhortó a procurar con todas sus fuerzas a mantener siempre viva la llama de la fe y a trasnmitirla con las buenas obras y H. María Stella se hizo digna de ser admitida en el número de las esposas de Jesucristo hasta oir en la hora de su muerte la invitación: Ven, esposa a recibir la corona que mi Padre te preparó y con ella la bienaventuranza eterna. El último signo que la sierva de Dio recibió aquel día, nunca se apartó de entre sus dedos: el Rosario como prenda de una protección especial de la Virgen María. La sierva de Dios rezó y repitió devotamente el santo Rosario cada día, e imitió cuanto pudo las virtudes de la Inmaculada, acercando a la Madre bendita a cuantos tuvieron que ver con ella a lo largo de de toda su vida.


La vida ejemplar de la sierva de Dios nos invita a una mayor coherencia de fe, a una más auténtica vida cristiana y a un desvelo continuado por aliviar penas y necesidades ajenas.

miércoles, 12 de abril de 2017

118 años....

La Sierva de Dios María Stella Iglesias
por las calles de Granada
El calendario nos regala otra oportunidad de acercarnos a la vida sencilla de Hermana Stella… a su ser de mujer consagrada, entregada y abandonada por completo a la voluntad de Dios… a su mirada profunda… a su sonrisa cercana… a sus manos siempre abiertas para acoger, para dar, para acaricicar y bendecir… a su pasito ligero, orientado siempre a la mayor necesidad y el mayor servicio… a su sed de Dios y de almas… a su anhelo de santidad…