Decían que había muerto en olor de santidad…
Y cuando necesitaron narrar hechos de su vida
se contaba así un suceso:
Pues… tuvo que acompañar
a la madre X o Z de una a otra ciudad,
(que no iba nunca sola, se vería un poco mal …)
La narración lo contaba sin nada de singular,
más o menos a la letra según puedo recordar:
Que… a la Madre… ¿Margarita?
destinada a otro lugar,
la acompañó “otra Hermana …”
¿su nombre? El de la humildad:
“otra Hermana…” y nada más.
Así consta en aquel tumbo para la posteridad.
Que ¿quién era aquella “otra”?
Se ha podido averiguar sin dejar la menor duda,
y una vez más certifican, fue María Estela, asturiana,
quien hubo de acompañar.
Jesús, la Congregación, le regaló un nombre nuevo
con hábito de
humildad;
nombre… ¡siempre a mucha honra!
con “María”, sin quitar.
Así, presente a la Virgen tenía en todo lugar.
Las santas viven un lema que las distingue entre todas:
“Vivo sin vivir en mí…” nos trae…
a Santa Teresa,
la grande… de Ávila, que decimos,
tan fácil de recordar.
Que “no quiso rey ni santo”
bien sabemos quién lo dijo …
Y no sola, que más tarde fue una hija suya, sencilla.
Aurelia Iglesias Fidalgo quien lo expresaba a su modo
en su decir asturiano, con gran respeto a su madre
y en respuesta a sus hermanos:
“Dígales: que he decidido: ni me caso ni me embarco…”
que me hago monja por siempre,
que es Jesús mi enamorado.
Así pidió la toquilla y así se fue al noviciado.
Nunca echó la vista atrás… ¡Adelante, paso a paso!
Por las calles de Granada,
las Chicas, siempre las Chicas
también en ella triunfaron.(M. Monstserrat Basterra)