viernes, 20 de diciembre de 2013

Nicolás Iglesias, padre de la Sierva de Dios




Antiguo Hospicio de Oviedo
         Fue el día 15 de junio de 1864 cuando, apenas nacido lo introdujeron por el torno, en el Hospicio de Oviedo. En la fajita llevaba una cédula que le identificaba con el nombre de Nicolás y advertía de que llegaba «bautizado, oleado y crismado».
Nicolas Iglesias
         A falta de otro documento, le administraron con solemnidad el sacramento del bautismo «bajo condición» a la mañana siguiente en la Capilla del orfanato.
         Solamente veinte días vivió el pequeño Nicolás en el Hospicio de Oviedo. El 5 de julio, la señorita Antonia Llames del Valle, natural de la Parroquia de Santa Úrsula de Carrandi, vecina de La Riera en el municipio de Colunga, lo sacó para su crianza, identificado como Nicolás Iglesias. Antonia Llames, que bien pudiera ser la madre natural del pequeño, también era madre de una niña, María Ramona Llames, que había cumplido ya los dos años.
Iglesia de Santa María de Bierces
         Nicolás creció junto a su madre de acogida y a su hermana, María Ramona. El día 10 de junio de 1872, recibieron juntos hermanos el sacramento de la Confirmación en la Parroquia de San María de Bierces de manos del Obispo de Oviedo, Dr. D. Benito Sanz y Forés. En la misma ceremonia fueron confirmadas cuatro niñas de apellidos Fidalgo Valle. Pasados los años, Nicolás pretenderá a una de ellas.
         Durante su infancia y adolescencia, se fue adiestrando en las tareas de labranza y el cuidado de animales que, en la edad adulta, alternó con su trabajo en la mina. Había cumplido los veinticinco años cuando contrajo matrimonio con Genara Fidalgo, de cuya unión nacieron doce hijos.
Hogar de los Iglesias Fidalgo
         Vivieron en una casita de piedra, pequeña y muy pobre. Nicolás trabajaba, compartía con su esposa la tarea de educación de sus hijos y soñaba con poder ofrecerles mejor vivienda. Algo pudo ahorrar de su estrecha economía y, pasados algunos años, se puso manos a la obra. Echó los cimientos y empezó a levantar los muros de su nuevo hogar, pero el exceso de trabajo, la mina, la humedad, el frío y la pobreza no eran los mejores aliados para combatir con éxito una bronconeumonía que le arrebató la vida el 21 de diciembre de 1913, sin haber cumplido aún cincuenta años de edad.
Nuevo hogar de los Iglesias Fidalgo
         La pequeña casa en que quedaban su viuda y sus once hijos, en edades comprendidas entre los 23 años que tenía Carmen y los cinco de Vicente, se resistió a hacer hueco a la tristeza. Genara y sus hijos mayores miraron al horizonte y transformaron el dolor en esperanza. Terminaron de construir la casa y, empezando por los mayores fueron abrazando a la madre para irse en busca de unas condiciones de vida algo mejores que se les ofrecían en Oviedo o en Argentina.
         En su ligero equipaje a ninguno de ellos le faltó nunca el sello del cariño que habían recibido de su padre. Tampoco faltaron en sus nuevos hogares los distintivos de acogida, honradez, hospitalidad y caridad cristiana Nicolás había enseñado a sus hijos con la palabra y con el ejemplo.
            Cuando se cumple el primer centenario de la muerte de Nicolás Iglesias, sus descendientes han llevado su nombre mucho más lejos de cuanto él pudiera haber soñado.



El matrimonio Iglesias Fidalgo y los once hijos que sobrevivieron a su padre

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